La antropología marxista, que no entiende la persona humana y que sólo ve en el hombre a un integrante de la masa, termina por prostituir este principio, haciendo de la indiscutida igualdad ontológica del hombre que da lugar a la igualdad ante la ley (Revolución francesa) igualdad ante Dios (cristianismo) una igualdad material, con lo que achata la pirámide humana con todos los efectos bien descriptos en esta nota. Ese igualitarismo, gramcianamente impuesto desde la cátedra, el poder, los foros de “intelectualidad”, etc. termina en una igualación hacia abajo; es el que pregonan todas las izquierdas que se han desarrollado enervando el pensamiento de Occidente desde mediados del siglo XIX. Esto explica su presencia tan fuerte en nuestra cultura política, engendrando a su paso todos los populismos fabricantes de miseria, sobre todo en el mundo emergente.
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La antropología marxista, que no entiende la persona humana y que sólo ve en el hombre a un integrante de la masa, termina por prostituir este principio, haciendo de la indiscutida igualdad ontológica del hombre que da lugar a la igualdad ante la ley (Revolución francesa) igualdad ante Dios (cristianismo) una igualdad material, con lo que achata la pirámide humana con todos los efectos bien descriptos en esta nota. Ese igualitarismo, gramcianamente impuesto desde la cátedra, el poder, los foros de “intelectualidad”, etc. termina en una igualación hacia abajo; es el que pregonan todas las izquierdas que se han desarrollado enervando el pensamiento de Occidente desde mediados del siglo XIX. Esto explica su presencia tan fuerte en nuestra cultura política, engendrando a su paso todos los populismos fabricantes de miseria, sobre todo en el mundo emergente.
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