Frente a esa convicción de la clase media, las respuestas del oficialismo y de la oposición no han sido felices.
El oficialismo, porque la ha descalificado como si fuera el “no
pueblo”, confrontándola con un supuesto “pueblo” cuyos intereses serían
contrarios o diferentes a los de aquel “no pueblo”, como si la
interpretación monopólica de los sentimientos del “pueblo”
correspondiera al actual Gobierno. Así se instala, desde el poder, una
dualidad “pueblo-no pueblo” cuyas consecuencias pueden ser trágicas.
La oposición porque, si bien se ha arrogado, en sus diferentes
variables, la interpretación del cacerolazo, no ha demostrado ninguna
acción concreta tendiente a abandonar los egoísmos personales. Antes
bien, cree que se le ofrece un caudal de votos significativo para
ejercer eventualmente un poder que, debido a ese comportamiento
mezquino, sin dudas le va a ser esquivo, a menos que cambie de manera
confiable.
Sucede que la dirigencia política es vista por la clase
media también como una “clase”, pero como una que detenta privilegios
propios de una oligarquía cerrada que se eterniza en el disfrute
inmerecido de las funciones y dignidades públicas. Todo lo cual es
incompatible con una república cuya estabilidad le ha sido reconocida
desde la antigüedad precisamente a la clase media.
* Profesor universitario, miembro de Esperanza Federal.http://www.lavoz.com.ar/opinion/gobierno-clase-media