sábado, 8 de septiembre de 2012

EN LA COMIDA DEL DÍA DE LA INDUSTRIA

EN LA COMIDA DEL DÍA DE LA INDUSTRIA, CADENA A LA

CACEROLA


Desde esta columna me he pronunciado en reiteradas oportunidades respecto del uso abusivo de la cadena nacional por parte de la Presidente. Así sostuve que esta herramienta comunicacional debía ser de empleo absolutamente restrictivo, sólo para los casos prescriptos en el art. 75 de la ley 26522, ese tótem elevado a la categoría de deidad del Olimpo kirchnerista que es la cuestionada ley de Servicios de Comunicación audiovisual, pero que, en la especie, exhibe una concepción sensata y ajustada a los principales republicanos para trata esta delicada cuestión.

Dice la citada norma textualmente: “El Poder Ejecutivo nacional y los poderes ejecutivos provinciales podrán, en situaciones graves, excepcionales o de trascendencia institucional, disponer la integración de la cadena de radiodifusión nacional o provincial, según el caso, que será obligatoria para todos los licenciatarios”.

Vale decir que, ni siquiera los preceptos normativos que se sancionan a gusto y paladar de Balcarce 50 son respetados cuando no se amoldan a los caprichos de la mandamás santacruceña que, dicho sea de paso, en un reciente monólogo – a los que nos tiene acostumbrados – se encargó de decirle a sus esbirros que le deben tener miedo. Por supuesto que el elenco estable de aplaudidores ni se inmutó, acompañando servil y complacientemente esa amenaza con sonrisas. Hasta la dignidad han sepultado, con tal de no perder el conchabo político o el mendrugo que les tiran!

Esta semana, ante una nueva cadena, el hastío social por este tema llegó a tal extremo que generó un sonoro cacerolazo en varios barrios de la Ciudad de Buenos Aires.

Se trató del discurso que la Señora pronunció en la celebración del Día de la Industria. La exposición fue – como siempre – deshilvanada, pobre, confusa, autorreferencial y falaz, pero más que el contenido de esa monótona pieza oratoria lo que encendió la ira de miles de porteños fue la hora en la que se transmitió, algo después de las 22, apenas terminado el partido de Racing y Atlético Rafaela.

En esa franja horaria, las familias, luego de una larga jornada de trabajo -y de estudio, en el caso de los chicos y jóvenes-, suelen distraerse de las fatigas y preocupaciones del día mirando la televisión. Unos optan por el deporte, otros por el show de Tinelli, algunos miran telenovelas, hay quienes prefieren programas políticos. Son momentos de reunión familiar, de distensión. Privar a las familias de esa recreación en la franja horaria que se denomina "prime time" para someterlas a las lecciones de una maestra Siruela es muy irritante.

Fue la 16ª cadena nacional en lo que va del año en la versión rioplatense del caribeño “Alo presidente” con el que se despacha periódicamente el venezolano Hugo Chávez y que ostenta un record inigualable: en 2012 ya hizo uso en más de 50 oportunidades del monopolio comunicacional y, como la dra. Fernández, sólo con el propósito de hacer proselitismo de baja estofa o para denostar a la prensa independiente, a los opositores o simplemente para atacar a quien no comulga con el dogma oficialista.

La presidente debería comprender que esas largas parrafadas que nos impone coactivamente le restan mucho más de lo que le suman. Las mediciones de encendido reflejaron una masiva huida esa noche hacia los canales de cable no alcanzados por la cadena nacional.

Los argentinos no queremos vivir encadenados, de ningún modo, ni física ni simbólicamente. Las épicas hazañas de los Kirchner, que harían empalidecer a las novelas de caballería, pueden ser editadas para consumo de La Cámpora. Al resto, déjennos tranquilos. No tenemos, como ustedes creen, espíritu de esclavos. Queremos oír, como lo dice el himno, el ruido de rotas cadenas, y repetir tres veces la palabra Libertad.

(*) El autor es abogado y periodista

Viernes 7 de setiembre de 2012

Dr. Jorge R. Enríquez

jrenriquez2000@gmail.com

twitter: @enriquezjorge

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