jueves, 16 de septiembre de 2010

La cobardía de lo políticamente correcto

Meterse para hacer más de lo mismo, tiene poco sentido. En todo caso, para eso ya están los que están y así nos va.

1 comentario:

Luis Induni (Coordinador) dijo...

En la cultura de la sociedad, hay yo diría, como “incrustaciones” que yacen en su inconsciente, constituidas por ideas falsas, errores, equivocaciones, etc. depositadas y cultivadas por la misma sinuosa historia de la gente en convivencia con sus dirigentes. Historia ésta, plagada de ideologismos, fanatismos, ignorancia y mucha mala fe, en el caso de los argentinos, básicamente compuesta por una carga fascista y zurda que caló, desde décadas, hasta los huesos de este pueblo.

Los políticos, que no tienen ni inteligencia, ni cultura, ni estudios serios sobre nada, cuentan con un atributo que los distingue y que sin él no podrían serlo, es el tan mentado olfato; que, por tratarse de una cualidad harto primitiva y pedestre, les falla a cada rato y los convierte en lo que verdaderamente son, unos charlatanes. En general, nada de lo que dicen y hacen se asienta en investigaciones, estudios, concienzudas reflexiones, todo es "olfato", “muñeca” (arte de manipular información y personas) y muchísima inescrupulosidad.

Pero por este olfato, una suerte de percepción instintiva, logran detectar, llegar, vislumbrar esas incrustaciones de las que hablamos antes; en parte porque han sido paridos en la sociedad a la que pretenden “conducir”, se han "cocinado en la misma salsa" cultural. Y este “encuentro” con las incrustaciones, los lleva a desarrollar un discurso que contiene esencialmente, aquello que la gente quiere oír, y éste y no otro es el discurso políticamente correcto, preñado de cobardía e hipocresía como bien se señala en esta nota. De este modo, desde el poder no se hará nunca nada para alterar, cambiar, mejorar siquiera mínimamente ese “paquete” de incrustaciones (basura, cultural y moral) que lastra el andar de la gente, la postra, y la hace caminar permanentemente por el andarivel equivocado. Abandonar el discurso y las conductas políticamente correctas, sería suicidarse electoralmente.