miércoles, 14 de abril de 2010

Un modelo acabado…

Un modelo acabado…

En junio de 1993, Boris Yeltsin, acordó reemplazar a la Legislatura rusa de la época comunista y permitir el derecho a la propiedad de la tierra. Además se votó a favor de declarar que Rusia era un estado secular, de derecho y, cuyo “máximo valor era el individuo y sus derechos inalienables”.La nueva constitución para la Rusia post-soviética asimiló la división de poderes entre el ejecutivo y el legislativo y asignó un nivel de autonomía a las repúblicas y regiones de Rusia.

El fracaso del socialismo, en la URSS, lo mostraba el apuro de Yeltsin por volver a instaurar la propiedad privada y un estado de derecho, después de años de estado totalitario.

La URSS que fue modelo, al igual que EEUU, para el mundo, termino por implosión: mostró la ruina de un régimen basado en las ideas marxistas.

Se trató de poner en práctica un gobierno socialista que rechazaba al capitalismo y promocionaba un régimen que quería cambiar de raíz a la sociedad y a sus valores, comenzando por la propiedad privada y los medios de producción. Ambos pasaron a ser dominados por la elite que gobernaba.

El comunismo no pudo dar calidad de vida ni gratificaciones a la sociedad, aunque usaron el capital acumulado desde el estado para influenciar e interferir en todo el mundo.

Lenin y Trotsky crearon campos de concentración donde miles de trabajadores esclavos seguían las autoritarias órdenes del gobierno y donde personas de la talla de Solyenitzin experimentaron los tormentos que la violencia comunista ejercía, sobre los que osaban criticar al régimen, en los campos correctivos de trabajo: la GULAG.

Todas las experiencias socialistas abortaron como lo demostraron, no solamente la URSS, sino todos los países que estuvieron bajo su órbita.

La planificación central llevó al país a un poderío militar inmenso pero la gente vivió miserablemente en comparación con los países capitalistas.

Uno de los motivos esenciales del fracaso fue el control de los mercados. Los planificadores olvidaron la importancia que tienen las personas y sus reacciones frente a las situaciones que ellos provocan cuando lo obstaculizan.

La información que surge de los intercambios libres es la que estimula la riqueza y el conocimiento. Con ella se mueven para intercambiar, con o sin el éxito esperado, las personas que lo forman y promueven. El mercado subraya lo que piensa y desea la gente, por ello constituye un saber imprescindible entre el cual se incluyen los precios.

En la Argentina, como en otros países donde llegaron al poder gobiernos populistas- lo es actualmente el kirchnerista- la propiedad privada se vuelve fofa y la economía cada vez más controlada.

Sin llegar a los extremos de la URSS, la acción del gobierno tiende, cada vez más, a poner trabas semejantes a las que instalan todos los que aceptan las ideas socialistas. Leyes arbitrarias, contrarias a la Constitución, perjudican a miles de personas, los capitales huyen y aparecen los llamados “fondos buitres”, los cuales, sin ser culpables de las condiciones perniciosas creadas por los gobiernos, las aprovechan, haciendo excepcionales negocios basados en la especulación.

Por otro lado los capitales se esfuman, como por arte de magia, asustados de las políticas kirchneristas que les generan inseguridad e imprevisibilidad. Ya no hay reglas claras y perdurables y la desconfianza que ello provoca ha influenciado para que el mercado esté en una situación crítica. La falta de una justicia plenamente independiente entorpece aún más la acción electiva de las personas.

Es así como este gobierno, al tornarse cada vez más populista y socialista, está desmayando a la sociedad civil. Lo demuestra la pelea que el gobierno tiene por controlar el proceso de acumulación y concentración de capitales y por reemplazar o dominar los mercados creando a la vez empresas estatales o semiestatales que actúan favoreciendo a burócratas, amigos empresarios, e integrantes del gobierno, mientras achican, ostensiblemente, a la sociedad civil.

Ahora, este sorpresivo interés por el canje de la deuda, llega tarde y en condiciones de inestabilidad política y económica. Aunque consiga pagar intereses del 9 o 10 por ciento, duplica los que paga Brasil, Chile y Uruguay. Quieren lograr nuevos recursos luego de haber despojado al campo, vía retenciones y apropiándose de las cuentas particulares de futuros jubilados. Siguieron con el Banco Nación, pasando por encima de sus normas y el despojo a las provincias. Ahora, mediante los DNU, van por las reservas del Banco Central. La intención fue y sigue siendo seguir gastando y despilfarrando, mientras la inflación aumenta peligrosamente.

Tal vez estemos olvidando que donde se lesiona de muerte a la propiedad privada, al libre mercado y al capitalismo, el monopolio estatal de la política, de la economía, y de las ideas, deviene inevitablemente y, con ello, el autoritarismo o el totalitarismo.

Lenin, Stalin, Mussolini, Hitler, Castro, el Che Guevara, Chávez y los Kirchner, como todos los líderes autoritarios, creen en el mismo método para terminar con sus rivales: el poder que les da el Estado para lograr, mediante la intimidación o el terror, un avance arrasador sobre la sociedad civil.

Depende de ciudadanos vigilantes que en la Argentina se vuelva a confiar en el estado de derecho, en la acción electiva, en la libertad personal, en la economía de mercado, y en el respeto a las personas.


Elena Valero Narváez. Autora de “El Crepúsculo Argentino”. Lumiere. 2006

evaleronarváez@hotmail.com

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