lunes, 10 de marzo de 2008

Carta al ‘Che’

Usted debe estar revolcándose de la envidia, don Ernesto: su muerte no provocó crisis internacionales ni pánico en la bolsa ni reuniones urgentes de la OEA ni tropel de batallones hacia las fronteras. Comparado con estos fastos funerarios del comandante ‘Raúl Reyes’, los suyos parecen el esmirriado sepelio de un estafeta. Así es la vida, don Ernesto. Y eso que cuando usted fue abatido en las selvas de Bolivia, la revolución era una causa noble, una gesta heroica, una esperanza de justicia, el sueño colectivo que latía en los corazones de las juventudes del mundo. Y ahora que las cosas han cambiado, vea usted, cuando el comunismo es un cacharro de museo y hasta el Polo rechaza “la combinación de las formas de lucha”, la muerte del segundón de una secta comunista produce semejante barullo. Vivir para ver, don Ernesto.

Claro que a usted le tocaron malos tiempos, una época de tenebrosas dictaduras, mientras que a ‘Reyes’ le cupo la suerte de morir cuando en la región hay diez gobiernos que cubren todo el espectro de la izquierda, desde el mamertismo más jurásico hasta formas razonables del socialismo.

Pero todos, los jurásicos y los modernos, respondieron como un solo hombre y se alinearon con Chávez, unos por física pobreza, otros por interés y otros por afinidad ideológica: desde Ortega, el santero que violó a la hijastra, hasta la sofisticada señora Kirchner, que no soporta la ordinariez de Chávez pero hace de tripas corazón y le recibe las maletas del ‘caso 800.000’; hasta Sarkozy, un ‘play boy’ al que le cuesta trabajo ubicarnos en el mapa y a quien sólo le interesa Íngrid Betancourt, o el ‘caso Íngrid’ para ser exactos; hasta Italia, donde ni siquiera saben quién es Íngrid. Y todos nos dejan solos en la incómoda compañía de Bush, un señor que nos ubica en el mapa por la referencia de Venezuela.

¿Se acuerda de Cuba, don Ernesto, aislada de los países hermanos y arrojada a la órbita soviética? Pues a Colombia sus hermanos se la están sirviendo en bandeja a los Estados Unidos.

Súbitamente leguleyo, todo el mundo se rasga las vestiduras por la ”violación de la soberanía” del Ecuador, pero a nadie le importa la violación de nuestras fronteras y de nuestra libertad por las hordas ‘bolivarianas’. A nadie le importa que dos presidentes se disputen como hienas los despojos de los secuestrados para politiquear: uno de ellos, para ocultar su ineptitud mientras retoza con una bella modelo italiana; el otro, para ocultar la vergüenza de que en un país rico la gente carezca de alimentos básicos. Nadie reprueba que un chafarote adinerado presione a un país muy pobre a ponerse en pie de guerra contra su vecino, otro pobre. A nadie parece importarle la suerte de las millones de personas afectadas por el cierre de las fronteras.

Bueno, don Ernesto, no lo importuno más. “Hay que ser como Dios, que nunca llora o como Satán que nunca reza”. Además, no todo es malo: se les ha dado dos golpes durísimos a las Farc en menos de ocho días, se terminó el mito de la invulnerabilidad del Secretariado y el mundo comprobó una vieja sospecha: que Colombia limita al Sur y al Oriente con las Farc.

Diario El País (Colombia)

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