miércoles, 12 de marzo de 2008

La libertad de expresión y de mercados...

La libertad de expresión y de mercados son indispensables para construir un mundo más seguro.


Washington. En la lucha contra el terrorismo global, la libertad de expresión y de mercados, apoyados por sectores muy diversos, no sólo son necesarios sino inevitables si queremos construir y sostener un mundo más seguro.

En más de cuarenta sesiones sobre temas del terrorismo por parte del Subcomité de Seguridad Nacional que presido, emergió esta dura lección: hemos estado en guerra durante bastante tiempo y no pudimos o no quisimos admitirlo. Durante mucho tiempo el mundo toleró a los talibanes en Afghanistan y permitió que Saddam Hussein juegue con los mandatos de las Naciones Unidas para desarmar a Irak.

Los malévolos del Medio Oriente, frustrados por la incapacidad para lograr sus objetivos bajo los ojos atentos de regímenes autoritarios, cambiaron el campo de batalla atacando objetivos más accesibles en Occidente. Al despachar 19 sauditas para atacar a los Estados Unidos en Setiembre de 2001, Osama Bin Laden sabía que impactaría a Riad como también a Nueva York y Washington: el precario equilibrio del régimen saudí entre la ortodoxia Wahabi y las alianzas Occidentales, estaba bajo la jurisdicción de un examen no buscado y sin precedentes en el mundo árabe y occidental.

Esta no es la PaxAmericana que esperábamos. La Guerra Fría se terminó pero el mundo es un lugar más peligroso. En lugar de “Nuevo Orden Internacional” de crecimiento y cooperación, los conflictos regionales insolubles y el aumento de la militancia islámica radical, han traído las perspectivas de desorden crónico, casi cataclítico. La Cortina de Hierro se ha reemplazado por un Veneno que amenaza con cubrir al mundo de terror y miedo.

Penetrar ese velo no requerirá de un ataque militar sino de millones de pinchazos diarios en la antigua trama de los resentimientos árabes. Esas pequeñas estocadas en la autoestima y la confianza individual, vendrá en forma de elecciones económicas e ideas nuevas unidas sólidamente a la vida civil y política. Si el destino está, de hecho, escrito en demográficos, el tictac de la bomba de tiempo de la población del Medio Oriente se puede desactivar, ampliando su participación en la creación y el consumo de la riqueza.

El tema es que un hombre o mujer con un trabajo, con comida sobre la mesa, con una apuesta en el status quo económico y con oportunidades para mejorar la vida de sus hijos, sus tribus o su secta, no tendrá ni el tiempo ni la inclinación para sucumbir al canto de sirena del reclutamiento terrorista. O, como dijo el Presidente Woodrow Wilson, “la actividad económica subyace en toda nuestra vida nacional incluso nuestra vida espiritual. Miremos el hecho de que en el Padre Nuestro la primera petición es el pan de cada día. Nadie puede adorar a Dios o amar a su vecino con el estómago vacío.”

Sin embargo, con excepción de Noruega, ninguna nación que depende del petróleo para obtener el mayor volumen de su renta nacional, ha podido desarrollar la diversidad económica que alimenta el pluralismo y la tolerancia en las esferas políticas y civiles. Y la concentración de riqueza produce la concentración de poder. Una vez consolidado en una familia o región, ese poder es difícil de redistribuir particularmente cuando se agota el dinero del petróleo usado para sobornar o suprimir anhelos populares.

Cuando el petróleo fluye, no hay incentivo para compartir el poder. Después que los pozos se tapan, hasta a un gobierno complaciente le faltan medios para facilitar la transición a sistemas empresariales más participativos. Enfrentados con la aparente opción entre sobrevivir y el caos, entre la norma de ley y la guerra civil, los intereses creados optarán por más represión, no liberalización.

Por cierto, la riqueza petrolera se debe explotar para reconstruir la infraestructura física de Irak. Pero esa infraestructura debe mover más que el petróleo. Debe facilitar el cambio de ideas, de gente y mercaderías, dentro y fuera de un mercado diversificado.

En los Estados Unidos, nuestras políticas con frecuencia se ven díscolas e indecisas en televisión. Pero es un error comparar una diversidad, hasta una cacofonía de opiniones, con una falta de fuerza o resolución. Las salidas políticas, sociales y económicas para la expresión y el disenso, provocan energía y adherentes desde modos destructivos y violentos de participación en los asuntos de estado.

Pero democracia y mercado libre, no son idiosincrasias culturales Occidentales o píldoras venenosas de la cultura traídas aquí para destruir las tradiciones y cultura árabes. Occidente no tiene la franquicia exclusiva sobre esos derechos y aspiraciones así compradas, interpretadas y defendidas celosamente por sociedades emergentes en toda la historia humana.

En realidad, como observó recientemente un estudiante árabe estadounidense ”la democracia no es un talento extranjero”. Nace del suelo nativo fertilizado por un pacto social entre el gobierno y los gobernados.

Los terroristas están esclavizados por su odio. Nos esclavizarían a todos con su violenta visión. Su entusiasmo tóxico sólo puede ser derrotado por las fuerzas del mercado, la inevitable inexorabilidad de los pueblos libres que buscan su propio interés iluminado en causas comunes. La universalidad de la auto determinación y la libertad económica deben ser indiscutibles.

Por Christopher Shays.

- Representante (diputado) Republicano por el 4º Distrito de Connecticut, y presidente del Subcomité de Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes que trata todos los asuntos relativos a la seguridad nacional, incluyendo los antiterroristas.



Traducido por María Josefina Ramos

Julio 2007

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